La crítica de arte considera a Carmen Herrera como una de las grandes figuras de la Abstracción geométrica y del Modernismo Latinoamericano. La propia pintora cubana declaró que siempre se sintió atraída por las líneas rectas.
El arte latinoamericano comprende miles de historias fascinantes, y la de Carmen Herrera es una de ellas. Pintora cubana, se dedicó a las artes plásticas durante décadas, creando una obra que fue ignorada de forma sistemática. Recién a los 89 años vendió su primera pintura. Desde entonces, gozó de un reconocimiento internacional tardío, pero que pudo disfrutar en vida.
Los inicios
Carmen Herrera nació en La Habana, Cuba, el 31 de mayo de 1915. Su padre era editor y su madre, periodista. Ambos formaban parte del círculo de intelectuales de la capital cubana, por lo que ella creció en un entorno de mucho estímulo cultural.
A los 8 años comenzó a tomar clases particulares con Federico Edelmann y Pinto, uno de los pintores cubanos más destacados de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
A los 14, vivió su primera experiencia significativa en Francia, como estudiante en la Escuela Marymount de París. Una década más tarde, en 1938, estudió Arquitectura en la Universidad de La Habana.
Su paso universitario fue corto: duró apenas 1 año. Sin embargo, tuvo un impacto significativo en su vida, ya que allí descubrió lo que ella describió como “un mundo fascinante”, en referencia a las líneas rectas.
Estudios, obras, vínculos
La adultez de Herrera estuvo marcada por varios aspectos: la formación constante y la creación de obra son dos de ellos.
Algo similar podría decirse de los viajes. Junto a su esposo, Jesse Loewenthal, vivió un período en Nueva York y otro en París. Finalizado este, ambos volvieron a los Estados Unidos, donde se instalaron de manera definitiva.
De 1943 a 1947, Carmen estudió en la Art Students League de Nueva York. A la par, generaba obra y se vinculaba con algunas de las figuras más renombradas de su tiempo, entre ellas Mark Rothko y Barnett Newman.
Dueña de un estilo que fue cambiando de manera sutil con el paso del tiempo, Herrera debió hacer frente a lo que fue otra de las constantes de su carrera: el rechazo comercial de su obra.
Rechazo sistemático
Carmen Herrera fue artista visual, pintora y escultora. El estilo de la primera época de su obra suele ser definido como de abstracción orgánica. Luego, tras su paso por París, el mismo tomó un carácter más bien geométrico y refinado.
Ella misma explicó que buscaba su vocabulario pictórico y que descubrió, a lo largo del camino, que el minimalismo le gustaba y le convencía.
También dio cuenta del rechazo sistemático que vivió durante décadas. Recordó, por ejemplo, que cuando se mudó a Nueva York a comienzos de los años 50, ya tenía definido su estilo de Abstracción geométrica. Pero en aquella época estaba en auge el expresionismo abstracto, por lo que su obra no recibió mucha atención.
Sostiene además que su condición de mujer le jugó en contra. Y que una destacada galerista estadounidense se negó a exhibirla por esto.
Reconocimiento en vida
La obra de Herrera era reconocida por la crítica, pero no por los museos y otros agentes comerciantes de arte. La situación cambió de forma radical a comienzos del siglo XXI, cuando Carmen vendió su primera obra a los 89 años.
A partir de entonces, recibió un reconocimiento sumamente tardío, pero que pudo disfrutar en vida. Hacia el 2015, cuando cumplió 100 años, sus obras se encontraban en las colecciones del MoMA, del Smithsonian Museum y de la Tate Modern, entre otras.
En una de sus últimas entrevistas declaró que el reconocimiento es apenas un fenómeno contemporáneo. Y que no habla de arte porque solo le interesa producirlo.
Falleció en Manhattan, Nueva York, el 12 de febrero de 2022. Continuó trabajando de forma diaria y disciplinada hasta el final. Su vida es ejemplo de dedicación al arte y de superación permanente, tanto de las dificultades propias del entorno como de las de época.
Cuando murió, Carmen tenía 106 años y no solo seguía trabajando, sino que se mantenía firme en sus convicciones estéticas y en lo que ella misma definió como la búsqueda de “la resolución pictórica más simple”.