Pérez-Barreiro considera que la originalidad y la identidad propia del arte latinoamericano y sus representantes son virtudes que favorecen su inserción en el mercado. Agrega que el sector se encuentra en crecimiento desde hace décadas por diversos motivos.
Gabriel Pérez-Barreiro es uno de los mayores expertos en arte latinoamericano de Europa. Nació en España y es curador, historiador del arte y director de colecciones, entre otras cosas. Desde hace más de 30 años visita la Argentina con frecuencia. En su estadía más reciente, compartió su mirada sobre el estado del arte en la región y destacó la libertad y originalidad de los artistas argentinos.
Experto en arte latinoamericano
Gabriel Pérez-Barreiro nació en 1970 en La Coruña, España. Estudió en la Universidad de Essex, en el Reino Unido, donde obtuvo un doctorado en Historia y Teoría del Arte. Luego profundizó sus conocimientos en la Universidad de Aberdeen con una maestría en Historia del Arte con Estudios Latinoamericanos.
Guillermo Garat afirma que se trata de uno de los mayores expertos en arte latinoamericano de todo el mundo. Referente en el sector, Pérez-Barreiro alcanzó su prestigio gracias a su formación académica y a una sólida y extensa trayectoria profesional.
A mediados de la década del 90, por ejemplo, fue curador y fundador de la Colección de Arte Latinoamericano de la Universidad de Essex. Luego, entre 2002 y 2008, estuvo a cargo de la curaduría de arte latinoamericano en el Blanton Museum of Art de la Universidad de Texas, Austin (Estados Unidos).
Su trayectoria incluye además la curaduría de la 33 Bienal de San Pablo y de la 6ª Bienal del Mercosur de Porto Alegre (Brasil). Durante una década, Pérez-Barreiro también fue el director de la colección de Patricia Phelps de Cisneros, filántropa que divulga el arte latinoamericano en todo el mundo.
El crecimiento del arte latinoamericano
A fines de 2024, Pérez-Barreiro pasó nuevamente por Buenos Aires. Lo hizo con motivo de la inauguración de Mire atrás al bajar, la muestra que Ernesto Alli presentó en Galería Grasa y que contó con su curaduría.
Gabriel dialogó con la prensa y se refirió al crecimiento que en su opinión experimenta el arte latinoamericano en las últimas décadas. En conversación con El Ojo del Arte, por ejemplo, recordó que cuando realizó su doctorado los interesados en las manifestaciones artísticas de la región eran muy pocos. Y que en cambio hoy abundan.
Remarcó al mismo tiempo el gran cambio que experimentó el mercado. Y nombró los casos del Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Tate de Londres y el Centro Pompidou, todos espacios grandes que ahora cuentan con departamentos de arte latinoamericano.
Su mirada del arte argentino
Guillermo Garat recuerda que el vínculo entre Gabriel Pérez-Barreiro y el arte argentino se remonta a comienzos de la década del 90, cuando el español visitó el país sudamericano por primera vez.
Gabriel confiesa que le debe al arte argentino y a aquella primera visita el lugar que hoy ocupa como profesional. Corría el año 1991 y Pérez-Barreiro se instaló durante una temporada de 6 meses. Fue a visitar el Museo Nacional de Bellas Artes y se encontró con una muestra de Gyula Kosice. La vio y de manera inmediata supo a qué se quería dedicar el resto de su vida.
Desde entonces trata de visitar Argentina al menos una vez al año. Sostiene que los artistas del país son más sueltos y libres. Más originales e independientes. Y considera que el arte argentino se preocupa más por la imagen y por la calidad física de la obra que otros del mundo.
La curaduría y la atención del espectador
Gabriel sostiene que el rol del curador es más importante que nunca. Algunos de los motivos de la necesidad de una buena curaduría radican en el exceso de información, la globalización, la tecnología y la falta de tiempo y atención por parte de los espectadores.
Cree que el principal desafío de estos tiempos se encuentra precisamente en la atención de los espectadores. En poder sostener la misma y en lograr que una persona aprecie una obra durante varios minutos sin distraerse ni apurarse.
Propone entonces que tanto museos como curadores se centren más en la construcción de experiencias y menos en los discursos. Asegura que el arte tiene que trascender su propia explicación, que debe ser emoción, provocación e incomodidad.