Ana Gallardo trabaja con dibujos, video e instalaciones, entre otras formas de expresión artística. Su producción presenta intereses recurrentes como los sueños y los anhelos de las personas y la búsqueda de sentido.
Para el arte latinoamericano, Ana Gallardo es sinónimo de creación, representatividad femenina y compromiso social. A sus 67 años, la artista nacida en Argentina y residente en México sigue generando obra. Continúa abordando sus temáticas de siempre y suma otras nuevas, como la preocupación por la vejez y la violencia que esto implica para las mujeres.
Una artista autodidacta
Ana Gallardo nació en 1958 en Rosario, Argentina. Vivió un tiempo en España y desde los años 80 se encuentra radicada en México.
Nació en el marco de una familia de artistas. Su padre era poeta y su madre, que falleció cuando ella tenía 7 años, era pintora. Sin embargo, conectó con su deseo de ser artista de grande, aproximadamente a partir de los 20.
Su formación fue autodidacta. Una serie de circunstancias hizo que tuviera que trabajar desde joven y no pudiera terminar la secundaria. La cuestión del trabajo atraviesa su obra de manera indirecta y se inscribe en el compromiso social, político y feminista que la caracteriza desde siempre.
Una artista feminista
Guillermo Garat describe el trabajo de Ana Gallardo como artista como una práctica política, transformadora y de resistencia. Sus obras son resultado de una lucha contra la violencia que padecen las mujeres. En los últimos años, también es resultado de su combate contra el envejecimiento y las consecuencias que este implica.
Gallardo visibiliza a través de su arte la desigualdad que padecen las mujeres. La violencia de género emerge, por ejemplo, bajo la forma de denuncia sobre la clandestinidad del aborto.
Su caso es el de tantas otras mujeres de todo el mundo. Desde muy joven se vio obligada a realizar numerosos trabajos para poder dedicarse a aquello que se quería dedicar. Es decir, el arte.
En visita a Arte en Diálogo, el podcast que conduce Lorena Pérez-Jácome, Ana recordó que trabajó desde vendiendo juguetes hasta como recepcionista en un consultorio odontológico.
Remarcó además que, cuando terminaba su trabajo formal y volvía a su casa, debía afrontar las tareas del hogar y la educación de su hija, a quien tuvo que criar sola. Y fue contundente al afirmar que pintaba cuando podía.
La mujer artista y la vejez
El posicionamiento político de Gallardo comprende un compromiso con lo no hegemónico y se presenta como resistencia al imperativo productivo propio de la sociedad capitalista.
En este marco, una de las cuestiones que presenta su producción artística más reciente se vincula a la vejez, y a las consecuencias que la misma implica sobre todo para las mujeres.
Ana postula que la vejez es violenta para todos por la propia exclusión del sistema capitalista. Pero agrega que es doblemente violenta para las mujeres por su propia condición y por la violencia de género que no sabe de edades.
Comparte que reflexiona sobre la cuestión desde que tuvo la menopausia. Sus cambios en el cuerpo también implicaron modificaciones en ella como artista y en su vínculo con el sistema. El mercado, que de por sí le daba poca visibilidad a las mujeres, excluía aún más a quienes llegaban a cierta edad.
El poder transformador del arte
Guillermo Garat destaca Escuela de envejecer como una de las creaciones más icónicas de Ana Gallardo. Creación que responde a su preocupación y su lucha por lo que implica la vejez.
Nace del deseo de la autora por crear un espacio para vivir durante la vejez. Se terminó convirtiendo en un proyecto que invita a retomar los sueños postergados, que propone ser feliz aún en un contexto y un sistema que descarta por la edad y la condición de género.
El proyecto lleva más de una década de trabajo. Es una práctica colectiva que transformó la vida de numerosas personas. Pero Ana Gallardo sostiene que la transformada es ella.
También agrega que los feminismos nuevos le hicieron comprender que la verdadera revolución y transformación del mundo se da en escala pequeña, en el marco de comunidades y con las personas cercanas. Se trata en definitiva de que nadie se salva solo y de que el mundo se cambia con pequeños gestos.