Sergio Moyano fue compañero de estudios de Julio Le Parc. También fue contemporáneo de Luis Felipe “Yuyo” Noé. Vivió en varios países de Europa, en México y finalmente se instaló hace más de 50 años en los Estados Unidos.
Sergio Moyano es una de las figuras más singulares del arte latinoamericano. Nacido en Argentina, es uno de los artistas con mayor proyección internacional de varias generaciones. A los 91 años, tiene la primera retrospectiva de su obra en su país natal. El Museo Benito Quinquela Martín lo celebra con una muestra que refleja su versatilidad y su vitalidad como creador.
Una vida de formación
Sergio Moyano nació en 1934 en la provincia de Córdoba, Argentina. Al poco tiempo se instaló en Buenos Aires junto a su familia. Lo hizo en el barrio porteño de La Boca.
Su interés por el arte comenzó cuando era apenas un niño. Uno de sus hermanos mayores estudiaba dibujo. Notó que el pequeño Sergio tenía condiciones y lo inscribió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano.
Allí Moyano completó sus estudios y luego continuó su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Más adelante hizo lo mismo en la Escuela Ernesto de la Cárcova. Allí se especializó en pintura, grabado y escultura.
A fines de los años 50, el pintor argentino viajó por primera vez. Con 24 años llegó a Europa. Primero estuvo en París, Francia, y luego en Múnich, Alemania Occidental, donde estudió en la Academia de Bellas Artes.
La residencia definitiva
Guillermo Garat sostiene que en aquel primer período en el exterior se encuentra una de las mayores claves de Moyano como artista. Desde entonces, el pintor vive, se forma y produce obras en países ajenos al natal. Su obra es extranjera y multicultural. Es tan propia como singular. Contiene puentes y puntos de contacto entre cada una de sus experiencias vitales.
Llegó a Estados Unidos desde Europa. Residió un tiempo en Mineápolis y luego se fue a vivir a México. De vuelta en Norteamérica, también pasó por ciudades como California y Nueva York. Hasta que encontró y eligió su hogar en Santa Fe, Nueva México.
Su etapa neoyorkina fue la más relevante en términos comerciales. Moyano sobresalió en términos generales sobre todo en los años 60 y 70. Igualmente, a pesar de ciertos altibajos, el reconocimiento y la trascendencia son constantes en su trayectoria profesional.
El regreso a Argentina
A los 91 años, Sergio Moyano vive uno de los momentos más especiales de su vida. El Museo Benito Quinquela Martín organizó la que es su primera exposición retrospectiva en Argentina.
Es su retorno a su país natal. Guillermo Garat es aún más preciso y aporta un dato de color. Cuando era niño, Moyano vivió y comenzó a estudiar arte en La Boca, barrio sede de la exhibición.
La muestra fue curada por Saeed Pezeshki y se llama “Esa forma inagotable”. Las piezas que comprende dan cuenta de la versatilidad de Moyano como autor. Tanto en un plano técnico, a través de las diversas formas de expresión y materialidades empleadas, como en uno conceptual, que abarca sus ideas y temáticas.
Guillermo Garat y el arte de Moyano
El artista argentino maneja con destreza el dibujo, la pintura, el grabado y el monotipo, variante del grabado que se caracteriza por producir una única impresión, sin copias.
Fue uno de los integrantes más destacados de la vanguardia de arte cinético de la Argentina de los años 60. El propio Moyano recuerda que su quiebre con el arte óptico se dio cuando vivía en México. Y agrega que el interés por la abstracción fue la causa de dicho movimiento interno.
Para Guillermo Garat, la pintura abstracta de Sergio Moyano es uno de los puntos más altos de su carrera. El especialista destaca en especial los cuadros de grandes dimensiones pintados por el argentino.
Moyano también brinda algunas ideas para facilitar el acercamiento a su producción. Aconseja al público abordar sus obras sin esperar encontrarse con un cuestionamiento a lo conocido. Confiesa que concibe el acto creativo más bien como un hecho ligado a lo intuitivo y lo corporal.
Dice además que sus obras reflejan su interioridad. Que él vive en un estado de transición perpetua y que este movimiento también llega a sus piezas. La elección de colores palpitantes y vivos responde a su vez al intento de plasmar un posicionamiento optimista ante la vida.