Feliza Bursztyn dejó para la posteridad una serie de esculturas notables. Algunas de ellas son “Mirando al norte”, “Las histéricas”, “Las camas” y “La baila mecánica”.
Feliza Bursztyn es considerada como una de las escultoras más importantes del arte latinoamericano del siglo XX. Su obra marca un puente entre el arte moderno y el contemporáneo. Trabajó con materiales poco convencionales y creó piezas con un fuerte componente crítico a la realidad establecida de su tiempo. También fue una pionera en la instalación: concebía sus esculturas a partir de un vínculo directo con el espacio en que se exhiben.
Años de formación
Feliza Bursztyn nació el 8 de septiembre de 1933 en Colombia, en la ciudad de Bogotá. Sus padres fueron inmigrantes judíos polacos que se instalaron en Sudamérica cuando Adolf Hitler llegó al poder en Alemania. Y que ascendieron a nivel social gracias a la industria textil.
La realidad económica de su familia le permitió a Feliza estudiar en el extranjero. Aprendió pintura en la Art Students League de Nueva York. También estudió escultura en la Académie de la Grande Chaumière, en París.
En la capital francesa, Bursztyn tuvo como profesor al escultor cubista Ossip Zadkine. En otro viaje a Europa, conoció a César Baldaccini. El vínculo con el francés sería clave para el futuro artístico de Eliza, ya que con él aprendió a trabajar con materiales como la chatarra.
Compromiso político
Feliza creció y vivió en una Colombia marcada por el desarrollismo. Siempre mantuvo una actitud crítica hacia esta ideología, ya que creía que acentuaba las divisiones sociales y económicas.
También fue feminista. Se enfrentó a las costumbres sociales de su tiempo, al status quo que determinaba cómo debía comportarse la sociedad. Por su manera de vivir y su condición de mujer, cierto sector de la prensa se refería a ella como “La Loca”.
Su compromiso político se encuentra presente en su obra artística. Sus esculturas cuentan con un marcado componente crítico hacia la realidad establecida de su tiempo.
Sus piezas generaron incomodidad y escándalo a buena parte de la sociedad colombiana. El conservadurismo de su país la persiguió por esto y también por su apoyo a las causas de izquierda, entre ellas la Revolución Cubana.
Hacia comienzos de la década de 1980, Bursztyn debió exiliarse. Lo hizo primero en México y luego en Francia. Falleció el 8 de enero de 1982 en la capital francesa. Tenía 48 años. La causa oficial de muerte es infarto agudo de miocardio. Gabriel García Márquez, amigo de la artista, escribió que “murió de tristeza”.
Materiales e innovaciones
Feliza Bursztyn trabajó con chatarras de hierro, con piezas de acero inoxidable y otros tipos de materiales, casi siempre desperdicios y objetos similares. Empleó, por ejemplo, restos de automóviles y residuos industriales. Sus composiciones eran en diferentes escalas, muchas de ellas grandes e impactantes.
Fue una de las artistas que redefinió la idea de escultura en el arte latinoamericano. En primer lugar, lo hizo a través de los materiales que usaba en sus obras. Además innovó aplicando los principios propios de la cinética. Muchas de sus piezas son animadas: presentan movimientos, interacciones e incluso sonoridades.
De esta manera, Bursztyn buscaba representar los impactos de la modernización de la sociedad colombiana, y poner en evidencia las desigualdades generadas por el desarrollismo.
También innovó al pensar la vinculación directa entre los objetos escultóricos y los espacios en los que se exhiben. Por esto, es considerada como una pionera de las instalaciones artísticas.
Su vínculo con el arte contemporáneo
La vida y la obra de Feliza Bursztyn marcan un punto de encuentro para el arte moderno y el contemporáneo. Fue una artista adelantada a su tiempo por cuestiones como las mencionadas: su innovación en la escultura y las posibilidades que abrió en cuanto a la instalación, entre otras.
Con su postura crítica ante el mundo también puso en cuestionamiento valores y discursos propios de la modernidad. Su obra de carácter disruptivo posibilitó la apertura de nuevos caminos, de nuevas maneras de encarar el quehacer artístico.
La escultora colombiana se mantiene vigente a décadas de su muerte. Y gana un reconocimiento a nivel internacional que bien hubiera merecido disfrutar en vida.
Hace 2 años, por ejemplo, el Muzeum Susch de Suiza realizó una exposición que fue la primera retrospectiva de su obra en un museo fuera de Colombia. Se exhibieron unas 50 esculturas y los asistentes pudieron disfrutar también de videos, instalaciones y materiales de archivo.