Diversos artistas buscan poder transmitir aquellas voces que fueron invisibilizadas a lo largo de la historia del territorio. Un punteo de las herramientas usas para este fin.
En el último tiempo, el arte contemporáneo latinoamericano intensificó su vínculo con las prácticas ancestrales y las expresiones actuales, que forman parte de su historia social. Lejos de tratarse de una apropiación simbólica o una estética decorativa, muchos artistas contemporáneos están incorporando la espiritualidad indígena como una dimensión política, ética y estética.
Esta incorporación no solo expone aquellos saberes que históricamente fueron invisibilizados por la colonización, sino que también permite una relectura del cuerpo, el territorio y la memoria desde una mirada de los pueblos originarios.
Los saberes indígenas en la práctica artística
El llamado “giro descolonial” en el arte latinoamericano dio paso para revisar críticamente los discursos hegemónicos sobre el arte y sus formas de validación. Con el trabajo de artistas como el de la mexicana Marela Zacarías, el colectivo Rarëza en Colombia o el argentino Sebastián Calfuqueo se introducen elementos rituales y espirituales de sus raíces en instalaciones, videos o intervenciones en el espacio público.
En lugar de representar una mera historia indígena, estos artistas lo encarnan, lo viven y lo exponen a través de sus obras, dándole vida a las experiencias y saberes.
En este sentido, el arte realizado con performance, se convirtió en un canal de gran valor e impacto para esta recuperación simbólica. El uso del cuerpo en tiempo real, en conexión con elementos como el canto, la danza, los pigmentos naturales o los símbolos ancestrales, produce un puente entre el rito y el arte contemporáneo.
Se trata de una forma de reconfigurar lo espiritual no como una creencia exótica, sino como una epistemología viva. La artista boliviana Lucía Mamani, por ejemplo, desarrolló una serie de performances en los que se cubre con hojas de coca, telas tejidas a mano o cenizas volcánicas, recreando ceremonias aymaras en pleno centro urbano.
En su performance, su cuerpo, entendido como territorio ancestral, se convierte en altar y herramienta de sanación colectiva. La artista reinterpreta dualidades entre lo masculino y lo femenino, lo visible y lo invisible, lo terrestre y lo espiritual.
El artista peruano Christian Bendayán sigue una línea similar ya que logra incorpora en sus obras la espiritualidad amazónica, haciendo visible el universo de los pueblos shipibo-konibo. En sus performances, los cantos tradicionales, el uso de ayahuasca y los motivos geométricos de los textiles indígenas se muestran como una resistencia cultural. El arte se transforma en un espacio de lucha contra el olvido y la homogeneización.
Lo cierto es que una de las claves del arte que evoca la espiritualidad indígena es poder activar memorias colectivas, pero no se trata solo de recordar, sino de volver a habitar prácticas que fueron perseguidas, desplazadas o invisibilizadas. Se crean obras que ponen en cuestión los límites entre lo artístico y lo ceremonial.
En la práctica del arte contemporáneo occidental, el ritual es muchas veces entendido como objeto de observación, pero en este arte el espectador es llamado a participar para ser parte de un acontecimiento colectivo y transformador. La espiritualidad se vuelve performativa.
Pero también, la espiritualidad indígena en el arte actual también tiene una gran impronta política. El artista chileno Sebastián Calfuqueo es un ejemplo, ya que realeza performances que denuncian el despojo territorial mapuche, combinando símbolos sagrados con imágenes de violencia institucional.
En una de sus obras más reconocidas, llamada “You will never be a Weye”, aparece cubierto con barro, plumas y agua, desafiando los estereotipos sobre lo indígena y lo queer, mientras pronuncia plegarias en mapudungun. Su arte se trata entonces de un espacio de restitución simbólica, donde lo espiritual es también un acto de justicia.
El gran impacto de estas formas de arte generó gran interés en galerías, bienales y museos, suficiente para que comiencen a abrir ciertos espacios adecuados para lo ritual. Es importante remarcar que muchos de estos artistas no se autodefinen como performers, sino como guardianes culturales o portadores de memoria, que tienen que comunicar. En este sentido, para los artistas el arte no se trata de un producto sino que es una forma de mostrar la relación con la comunidad, la tierra y el universo.
Hay que dejar en claro que la espiritualidad indígena en el arte contemporáneo no es una moda, sino que se trata de una forma de estar en el mundo y generar memoria, conciencia y conexión. El arte se posiciona como una herramienta clave por su potencial de regenerar vínculos.
Lleva aquellos ritos al performance, son formas que toman los caminos del arte latinoamericano actual, que llevan a poder repensar las relaciones con lo invisible. Ante un escenario atravesado por crisis climática, espiritual y política, estos artistas ponen en el foco la conexión con la tierra de la que se es parte y la importancia de poder escuchar los mensajes que puede dar.