Arte y compromiso, el recuerdo de Liliana Maresca a 30 años de su muerte

Algunas de las obras más famosas de Liliana Maresca son “La bufanda de Buenos Aires”, “El lavadero” y “No todo lo que brilla es oro”. A pesar de tener un estilo difícil de delimitar, una de las constantes de sus piezas es la elección de espacios de exhibición no convencionales. 

Liliana Maresca dejó una huella indeleble en el arte latinoamericano. La artista argentina construyó una obra que no puede comprenderse sin su contexto y que, al mismo tiempo, brilla por cuenta propia. A 30 años de su muerte, su figura se mantiene vigente y es objeto de exposiciones, publicaciones y mucho más.

Sus comienzos

Liliana Maresca nació el 8 de mayo de 1951 en Avellaneda, Buenos Aires. Estudió en la Escuela Nacional de Cerámica y cursó con grandes artistas argentinos: aprendió pintura con Renato Benedetti, dibujo con Miguel Ángel Bengochea y escultura con Emilio Renart. 

Sus primeras apariciones públicas coinciden con el retorno de la democracia en Argentina. En 1983 participa de una exposición colectiva y luego tiene su primera muestra individual. 

Maresca necesitó de poco tiempo para convertirse en una de las figuras más destacadas de su entorno. Lo logró gracias a su obra, sus ideas artísticas y también a la manera en que se vinculó con sus colegas. 

Dialogó de igual a igual con otros artistas contemporáneos e incluso les brindó lugar en su casa, donde los recibía y les posibilitaba un espacio de expresión.

Su obra 

La obra de Liliana Maresca es prolífica y diversa. Aborda distintas técnicas y temáticas. Es amplia y es difícil de delimitar. Para los críticos e historiadores del arte, precisarla implica una tarea ardua, ya que las líneas de análisis se multiplican sin cesar. Para los espectadores y todos los interesados, supone una experiencia de fascinación total. 

Liliana trabajó con pintura, escultura, arte objeto, instalaciones, montajes gráficos, foto-performances y más. Una de las constantes de su obra se encuentra en la elección de espacios no convencionales para sus producciones. En este sentido, se la vincula al neo-dadaísmo.

A través de sus creaciones, Maresca apoyó la idea de que el arte debe abandonar los espacios tradicionales e irrumpir de lleno en los ámbitos de la vida cotidiana. También propuso una delicada elaboración poética a través de los recursos tecnológicos propios de su tiempo. 

Una artista de su tiempo

El caso de Liliana Maresca es uno de los más representativos de la noción de que ninguna obra puede entenderse del todo sin su contexto. 

La artista nacida en 1951 formó parte de la bohemia juvenil de principios de los años 80. En Argentina, eran tiempos en los que se volvía a vivir en democracia, luego del final de la última dictadura cívico-militar. 

Maresca fue una artista y una mujer comprometida con la realidad social, política y cultural de la época. Su producción artística presenta un fuerte componente de denuncia: aborda la violencia social, la de género y tantas otras problemáticas. 

Su compromiso se manifiesta sobre todo en el protagonismo que tiene su cuerpo en su obra. Con su manera de plasmar sus cuestionamientos ante la realidad establecida construyó un estilo propio que influyó tanto a sus contemporáneos como a los artistas de las generaciones que le siguieron. 

Su vigencia

Liliana Maresca falleció en Buenos Aires el 13 de noviembre de 1994, como consecuencia de complicaciones vinculadas al VIH. Murió pocos días antes de la inauguración de “Frenesí”, una retrospectiva centrada en su obra que tuvo lugar en el Centro Cultural Recoleta. 

Su figura nunca perdió vigencia. Y en los últimos años se mantiene más presente que nunca. En 2017, por ejemplo, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires organizó “El ojo Avizor”, la retrospectiva más grande en reconocimiento a su trayectoria.

Muchas de sus obras forman parte del acervo de prestigiosas instituciones, entre ellas el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional Centro Reina Sofía de Madrid, España, y el TATE Modern de Londres, Inglaterra.

A 30 años de su muerte, su obra pone en manifiesto su valor como artista, su compromiso como ser humano, y la vigencia de una vida que fue vivida con intensidad poética.

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