Interior de galería de arte moderno con piso de madera y paredes llenas de grandes lienzos abstractos y expresionistas iluminados con focos de exhibición.

Nuevas formas de exhibición y circulación del arte latinoamericano

El territorio de América Latina comenzó a mostrar de otra forma al arte, dejando de ser un acceso exclusivo. Un punteo sobre las nuevas formas de exponerlo. 

En los últimos veinte años, el arte latinoamericano logró posicionarse como un actor central en las discusiones contemporáneas sobre estética, política y mercado. Este suceso no se trata solo del resultado del labor de artistas, curadores y colecciones, sino que también es por la transformación radical de los modos en que el arte se exhibe, circula y consume. 

El concepto de “galería expandida”, entendido como los espacios no tradicionales, plataformas digitales y modelos híbridos, es donde se redefinen las fronteras entre creador, mediador y público, desafiando la noción clásica de sala impoluta con el  muro de exhibición.

De la sala física al territorio abierto

Las galerías de arte en su función tradicional, fueron durante décadas guardianas del acceso al mundo del arte, siendo un área para cierto sector privilegiado. Su poder estaba en la curaduría, el prestigio y la relación directa con coleccionistas e instituciones. 

No obstante, la llegada  de las redes sociales, las ferias internacionales y las plataformas de venta online desarmó esta lógica que antiguamente dejaba fuera al gran número público. Hoy, un artista de Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá puede vender directamente a un coleccionista en Berlín o Nueva York a través de Instagram, o exhibir en una exposición virtual que reciba miles de visitas en pocas horas.

Pero el modelo híbrido no significa la desaparición de la galería física, sino su transformación, ya que se elige reducir su espacio permanente y concentrar recursos en exposiciones temporales en lugares no convencionales como bodegas industriales o casas privadas. 

De esta forma, se combina la experiencia presencial con catálogos digitales y transmisiones en vivo. Este cambio generó el aumento de la capacidad de convocatoria y permite llegar a públicos que fueron excluidos de la experiencia de visitar una galería.

En este sentido, la circulación del arte latinoamericano fue impulsado por plataformas como Artsy, Artnet o Latido, que funcionan como muestrarios mundiales. Además, hay iniciativas locales para visibilizar la producción regional, como la red Tropical Papers o la plataforma Pinta en sus ediciones virtuales. 

Durante la pandemia, estas herramientas no solo fueron una importante herramienta respecto a lo  económico, sino también un laboratorio de nuevos lenguajes curatoriales.

Así es como el arte digital y los NFT marcaron un hito en este proceso. Muchos artistas exploraron estas tecnologías para expandir el alcance y la durabilidad de sus obras, desafiando la idea de que la materialidad es requisito para el valor artístico.

Pero con esta nueva corriente también crecieron en paralelo los espacios independientes que se multiplicaron su influencia en la escena latinoamericana. Proyectos como Lugar a Dudas en Cali, Casa do Povo en São Paulo o Balmaceda Arte Joven en Santiago se posicionaron como  nodos de producción, formación y exhibición que operan al margen de las presiones del mercado.

La  flexibilidad que tienen como característica permite experimentar con formatos y discursos, promover el trabajo de artistas emergentes y establecer vínculos comunitarios. Estos espacios no solo exhiben obras, sino que organizan residencias, talleres, publicaciones y acciones públicas que expanden la noción de “exposición” hacia experiencias participativas. 

En muchos casos, el público no se limita a contemplar, sino que se involucra activamente en la creación o el debate que la obra propone.

Uno de los aspectos más interesantes de la “galería expandida” es la figura del curador nómada, que trabaja de manera independiente y arma proyectos expositivos en diálogo con distintas instituciones, comunidades o entornos urbanos.

Estas curadurías suelen ser colaborativas, combinando a artistas, arquitectos, diseñadores y activistas en procesos de creación conjunta.

En América Latina, ejemplos como las itinerancias de la Bienal de Mercosur o los proyectos de la Red de Conceptualismos del Sur dejan en evidencia cómo la exposición se convierte en un dispositivo de investigación y archivo. 

El formato flexible permite adaptarse a distintos contextos, resignificar espacios públicos y acercar el arte a audiencias que no frecuentan museos o galerías.

En este nuevo escenario, la experiencia del espectador es parte de la obra siendo que se presentan Instalaciones inmersivas, intervenciones urbanas y propuestas participativas redefinen la relación entre obra y público.

Artistas como Marta Minujín, con sus monumentales obras interactivas, o Rafael Lozano-Hemmer, con sus instalaciones de luz,  dejan en evidencia cómo el arte contemporáneo latinoamericano se relaciona con tendencias mundiales sin perder su relación con problemáticas locales.

Lo cierto es que la “galería expandida” no es una moda pasajera, sino una de las transformaciones más profundas en la economía, la tecnología y la cultura visual contemporánea. 

La galería ya no es solo un espacio físico, sino un territorio cambiante  donde artistas, curadores y públicos crean narrativas, resignifican espacios y redefinen qué significa “ver” arte en el siglo XXI.

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