Ana Pellicer trascendió a nivel internacional por sus trabajos como escultora y diseñadora de joyas. Junto a su esposo, James Metcalf, ejerció la docencia y su compromiso social en Santa Clara del Cobre, municipio de Michoacán.
Ana Pellicer fue una de las mujeres más importantes del arte latinoamericano contemporáneo. Falleció a comienzos de mayo a los 79 años. Su muerte se produjo días antes de la inauguración de una exposición individual en Ciudad de México. La artista mexicana se mantuvo activa, entusiasmada y curiosa hasta el final de sus días.
La curiosidad como motor
Ana Pellicer nació en México en 1944. Pocos días antes de morir brindó una entrevista en la que compartió las claves de sus inicios. Dijo que siempre estuvo motivada por la curiosidad. Y que fue esta condición la que la llevó a transitar los primeros pasos en el camino del arte.
De joven estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” y en la Academia de San Carlos. Su condición de curiosa hizo que su formación artística trascendiera el plano académico.
Pellicer quería expandirse geográficamente. Irse de su lugar de origen y conocer nuevas latitudes. Fue así como llegó a Nueva York en los años 60. En Estados Unidos comprendió que había otras realidades y enriqueció su lenguaje a partir del contacto con otra cultura y otro idioma. Lo mismo le sucedió tiempo más tarde en París.
Un éxito inesperado
Guillermo Garat afirma que Ana dejó huellas en cada uno de los lugares por los que pasó. Agrega que su legado es de valor artístico y cultural. Y que por eso la mexicana logró realizar numerosas exposiciones y obtuvo reconocimientos en varios países.
La humildad fue uno de sus grandes atributos. Como creadora y como ser humano. Pellicer declaró que se sentía una artista menor y que estaba sorprendida de haber llegado hasta donde llegó. Lo dijo haciendo referencia al alcance de su propia obra. Y sin ocultar el orgullo de representar a México a nivel mundial.
Una artista versátil
Ana Pellicer se hizo conocida ante todo por la variedad de técnicas y expresiones artísticas que logró emplear con habilidad. Fue escultora y diseñadora de joyas. También se dedicó a la pintura, aunque reconocía que nunca fue buena en la materia.
Sobresalió por su uso y experimentación de distintas materialidades. Trabajó con bronce, con plata y con gemas. Como buena escultora, profundizó la cuestión del volumen en el espacio. Pero lo hizo incluso en el plano de la orfebrería. Una de sus creaciones más conocidas es la serie de joyas de tamaño natural que hizo para el centenario de la Estatua de la Libertad, en Nueva York.
Guillermo Garat explica que Pellicer también se destacó posibilitando diálogos entre distintas tradiciones y movimientos artísticos. Lo prehispánico y lo moderno encontraron lugar en una obra contemporánea y multicultural, que se mantiene vigente y sigue generando discurso.
La última exhibición
Ana murió a principios del mes de mayo. Lo hizo pocos días antes de la inauguración de su última exposición individual, en cuyo diseño participó de forma activa.
La muestra se llama “Tienes que olvidar para recordar” y tiene sede en la Galería MASA de Ciudad de México. El público la puede visitar hasta el mes de julio inclusive.
Se trata de una celebración de su carrera y de ella misma como artista. La exhibición es de carácter antológico. Comprende obras que dan cuenta de los más de 50 años de Ana como creadora.
El valor de lo nuevo
Guillermo Garat considera que la última entrevista que brindó Ana Pellicer describe a la perfección su esencia y su vitalidad como artista. Apenas unos días antes de su muerte, la mexicana dijo que estaba en un momento de su vida en el que quería seguir aprendiendo.
Quería aprender a mejorar y a ser más justa. También dejó en claro el marcado interés que tenía por todo lo novedoso, tanto en el mundo como en el plano del arte.
Para Pellicer era fundamental la vocación de descubrimiento, de apertura hacia lo desconocido. Uno de sus últimos mensajes fue que lo nuevo aporta elementos que exceden el entendimiento. Y lo dijo en relación a las generaciones más jóvenes e incluso a los que aún no nacieron.