Collage artístico con tres puños levantados que atraviesan una rejilla negra y un círculo amarillo-rojo, acompañados de una figura estrellada roja sobre fondo naranja.

León Ferrari y su arte con escrituras  contra el autoritarismo

Desde su exilio hasta su gran relevancia en la actualidad, su labor  es uno de los más vigentes en el hoy generando una incomodidad necesaria. 

En el mundo del arte contemporáneo latinoamericano, pocos nombres resuenan con tanta fuerza  como el del argentino León Ferrari. Su obra es una crítica a las estructuras de poder político, religioso y cultural. Con ejemplares de escrituras visuales que interpelan, incomodan y llevan a repensar la relación con el lenguaje, la historia y la verdad oficial se impuso con sus recursos artísticos. 

Desde sus primeras incursiones plásticas en la década de 1960, el artista se alejó del camino que se daba en la escena argentina para  poder explorar la relación entre palabra e imagen como un campo de tensión política. 

Sin embargo, no se alejó del todo de la tradición de las vanguardias y pero le sumó la experimentación radical. Su trabajo es una invitación a desarmar los códigos con los que se narran el poder. 

El lenguaje como arma en el arte 

Uno de los focos más reconocibles de la obra de Ferrari son sus “escrituras ilegibles”, con caligrafías minuciosas y laberínticas que  portan un mensaje, pero que niegan su desciframiento. 

Inspirado en la idea de que las palabras es como comunicación  de control, Ferrari convirtió al texto en una obra plástica, autónoma, pero llena de mensajes políticos.

Estas escrituras pueden verse como una metáfora de la burocracia estatal y eclesiástica, teniendo estructuras complejas que ofrecen sentido, pero funcionan como dispositivos de  exclusión. 

En este sentido, Ferrari reversión las vanguardias como el futurismo o el arte conceptual, para adaptarlas al  territorio latinoamericano con dictaduras, censura y discursos oficiales que escapan de la realidad. 

Pero además, el artista no escondió su crítica a la Iglesia Católica por el papel que tuvo en la historia política argentina y mundial. Trabajos suyos como La civilización occidental y cristiana (1965) en la que una imagen de Cristo crucificado se superpone a un bombardero estadounidense, muestran su rechazo a la complicidad entre religión y violencia. Esta pieza fue censurada pero hoy es un ícono del arte político del siglo XX.

Además, en los años 2000, sus collages que intervenían imágenes religiosas con elementos eróticos o grotescos, fueron centros de debates y protestas en Buenos Aires.

El golpe de Estado de 1976 en Argentina marcó un  quiebre en carrera, ya que fue perseguido por sus posturas críticas, motivo por el que se exilió en São Paulo, Brasil, donde vivió hasta 1991.

En su estadía en Brasil, continuó haciendo arte y  amplió su mirada sobre las conexiones entre poder, religión y colonialismo en el país y territorio latinoaméricano.

En Brasil, su producción también fue muy notable con esculturas, instalaciones, heliografías y collages que se combinaron con experimentos de arte correo y arte sonoro, como así también utilizó nuevas estrategias para subvertir la imagen, recortando y recombinando documentos, textos y fotografías de archivo.

Asimismo, sus obras combinan  movimientos como el arte conceptual, el arte político y el arte correo latinoamericano. Su manejo de la ironía y la apropiación de imágenes lo alinean con la tradición del détournement situacionista. Y su compromiso político lo acerca a las experiencias del Taller de Gráfica Popular en México o al activismo artístico de Cildo Meireles en Brasil.

Pero Ferrari dejó en claro que usaba el arte también para desnaturalizar la violencia, como lo hizo en  “Nosotros no sabíamos”. En esta pieza evidenció con recortes periodísticos sobre desapariciones y asesinatos durante la dictadura argentina, dejando a la vista que la información circulaba pero era ignorada.

Ferrari no consideraba al arte como una mera visión estética, sino como una herramienta crítica contando con un gran impacto visual y el desconcierto, lo que lleva al espectador a repensar su posición frente a la historia. 

Se puede decir que el reconocimiento internacional de Ferrari llegó , con hitos como el León de Oro en la Bienal de Venecia en 2007. Pero su obra se convirtió en relevante en el presente, donde hay una imposición  marcado de discursos autoritarios y fundamentalistas. 

En un presente con la gran circulación de  información inmediata es importante tener una crítica y son las escrituras visuales de Ferrari  que son consideradas como advertencias sobre el poder que tienen las palabras y las imágenes.

Museos como el MALBA en Buenos Aires, el MoMA en Nueva York y el Reina Sofía en Madrid en la actualidad custodian y exhiben su obra, con el fin de mantener viva su voz y postura. Se trata de un artista que entendió el poder del arte como disrupción y comunicación. 

Sus escrituras, sus collages y sus instalaciones provocadoras no buscaban un consenso, sino cuestionar ese sentido que se creía  que era común en la sociedad.  El artista supo incomodar a públicos, críticos y autoridades, que marcó un camino en el arte.

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