En São Paulo se destaca tanto por su arquitectura como por el mensaje que desde su creación dio: ser un espacio abierto para la sociedad.
En la Avenida Paulista, se encuentra uno de los espacios más visitados de São Paulo. Se trata de una estructura que desafía las leyes de la arquitectura y la tradición, el Museo de Arte de São Paulo Assis Chateaubriand (MASP). Además, de transmitir un importante mensaje social.
Reconocible por su volumen suspendido sobre cuatro pilares rojos, esta obra maestra realizada por la arquitecta ítalo-brasileña Lina Bo Bardi no solo redefinió la estética de la ciudad, sino que también dejo en evidencia sobre la función social del arte.
Desde su inauguración en 1968, el MASP se convirtió en un ícono del modernismo brasileño y en un emblema sobre democratización cultural, contando con una historia de visión arquitectónica, tensiones urbanas y un compromiso con el acceso al arte.
Un museo se impone en la ciudad, como símbolo de identidad y modernismo
El MASP se trató de un proyecto que rompió con la concepción tradicional de un museo como edificio cerrado y monumental, apostando por un volumen elevado que libera el espacio público en la planta baja y da paso a imaginar lo que hay dentro.
Es llamado “vão livre” (espacio libre) por su gran inmensidad, con 74 metros de longitud que permite que la ciudad atraviese el museo. En este sentido, Bo Bardi entendía que el arte debía convivir con la vida urbana, y que el museo no debía ser una barrera sino un puente.
Con esta elección, se creó una plaza abierta bajo el edificio. Poco tardó en convertirse en un lugar de concentración de manifestaciones políticas, ferias y encuentros ciudadanos. La suspensión fue posible gracias a un sistema estructura disruptiva para la época, con vigas que son el soporte del bloque principal.
El uso del hormigón a la vista y el vidrio refuerza su estética moderna, mientras que los pilares rojos aportan su gran presencia.
El diseño del MASP se relaciona directamente con los principios del modernismo internacional como la funcionalidad, claridad estructural y el uso de materiales industriales, pero los reinterpreta con un lenguaje propio, alineado con la sociedad brasileña.
Bo Bardi no buscaba importar un estilo europeo, sino crear una arquitectura que sea una respuesta a la cultura y el contexto brasileños. La transparencia de las fachadas, no solo deja entrar la luz natural, sino que también ofrece a las personas que pasan por el lugar una vista directa del interior, borrando los límites entre espectador y museo.
Esto responde a las grandes desigualdades que hay en el país, tratándose de un gesto como una declaración política al impulsar que el arte no debía ser patrimonio exclusivo de una élite, sino que debía ser accesible para todos.
Esta visión también se reflejaba en el interior, donde Bo Bardi desarrolló un sistema expositivo revolucionario ya que las obras se colocaban en caballetes de cristal, sostenidos por bases de hormigón.
De esta forma, las pinturas “flotaran” en el espacio y permitía que el visitante pudiera rodearlas por completo, sin jerarquías impuestas por muros o marcos rígidos. Aunque el sistema fue abandonado durante años, su reciente reinstalación recupera este sentido.
Pero más allá de su arquitectura, el MASP tiene una colección que lo posiciona como uno de los museos más importantes de América Latina. Fundado con el impulso del periodista y empresario Assis Chateaubriand, y bajo la dirección del critico de arte Pietro Maria Bardi el museo reunió obras maestras de Velázquez, Van Gogh, Cézanne, Picasso, Portinari y Tarsila do Amaral, entre otros.
Esta combinación de arte europeo y brasileño responde a la estrategia clara de poder insertar la producción local en el relato mundial del arte, evitando que el modernismo latinoamericano se vea como un aditivo a la historia occidental.
En ese sentido, el MASP se convirtió en una conexión entre continentes y épocas, ya que el museo amplió su enfoque para incluir relatos históricamente marginalizadas como el arte indígena, producciones afrodescendientes, artistas mujeres y disidencias sexuales.
Programas curatoriales como “Historias Afro-Atlánticas” y “Historias de las Mujeres” de este muso tuvieron un impacto internacional, generando diálogos críticos sobre el colonialismo, la raza y el género.
Pero mantener este edificio particular cuanta con sus desafíos por su estructura suspendida, por lo que necesitó intervenciones de mantenimiento y modernización para adaptarse a nuevas normas de seguridad y accesibilidad.
Pese a esto, el MASP sigue con gran vigencia ya que es más que un museo, es un manifiesto construido en hormigón, vidrio y aire. Su arquitectura desafía la gravedad y las jerarquías, con un claro mensaje, al mismo tiempo que se destaca como ejemplo de cómo la arquitectura puede encarnar un ideal social, y de cómo un museo puede ser, al mismo tiempo, templo y calle.
Lina Bo Bardi decía que su objetivo no era construir un “museo bonito”, sino un “museo vivo”. Por ello, el “vão livre” se destacó como un espacio foco de concentraciones políticas, ferias de libros, mercados de antigüedades y actos culturales.