Primer plano de encaje de bolillos en proceso, con hilos blancos, bolillos de madera y un patrón de cartón perforado.

Arte textil contemporáneo y narrativas de género en Latinoamérica

El arte textil fue minimizado en la historia, dándole una caracterización de una tarea doméstica. Un punteo sobre el cambio transformador que se generó. 

El arte textil, históricamente, fue catalogado como “artes menores”, al ser relacionado directamente con el ámbito doméstico y, por tanto, con lo femenino. Sin embargo, en las últimas décadas, artistas contemporáneos de toda América Latina recuperaron, resignificaron y empoderaron el lenguaje del textil para entretejer discursos profundamente políticos, identitarios y de género. 

En esta revitalización de este arte, las fibras, hilos y telas ya no solo cosen formas en manos de mujeres, sino que también memorias, luchas y cuerpos.

El arte textil como herramienta política

El crecimiento del arte textil contemporáneo en Latinoamérica se debe pensar teniendo en cuenta las diversas violencias y desigualdades que atraviesan los cuerpos femeninos, racializados y empobrecidos, de allí el mensaje que se comunica. 

En manos de artistas mujeres, disidencias sexuales e identidades indígenas, el textil se transforma en una herramienta de expresión que rompe con las jerarquías tradicionales del arte occidental y se convierte en un espacio para la denuncia, la reparación y la resistencia.

“Bordar es una forma de pensar el mundo desde otro lugar, una práctica que desafía la lógica patriarcal del arte monumental y heroico”, aseguró la artista mexicana Mónica Mayer, pionera en la articulación entre feminismo y arte en su país.

En Argentina, la artista textil Claudia Fontes, si bien más reconocida por su obra escultórica, utiliza técnicas textiles que refieren a la vulnerabilidad del cuerpo femenino. Más recientemente, artistas como Carla Grunauer o Marina De Caro utilizan  el textil desde una perspectiva experimental, combinando hilos con instalaciones, dibujos y performance para reflexionar sobre los vínculos afectivos, los mandatos sociales y la genealogía femenina.

Otro eje fundamental del arte textil contemporáneo en América Latina es la reivindicación de los saberes indígenas y afrodescendientes. Muchos artistas contemporáneos se toman el trabajo de poder hacer sus obras con  técnicas ancestrales para interpelar los procesos de colonización cultural y dar lugar a narrativas propias.

Elvira Espejo Ayca, tejedora, poeta y curadora de Bolivia,  trabajó intensamente en la articulación entre arte textil, pensamiento andino y lenguaje contemporáneo. Para ella el textil no es solo una práctica artesanal, sino un sistema de conocimiento y una forma de leer el mundo. Sus obras cuestionan las divisiones entre arte y artesanía, oralidad y escritura, cuerpo y territorio.

En Perú, la artista Celia Vásquez Yui, integrante comunidad shipibo-konibo, crea cerámicas y bordados que integran los patrones kené, diseños geométricos que representan la conexión entre naturaleza, espiritualidad y conocimiento ancestral.

En este sentido, muchos de los proyectos textiles contemporáneos en la región se desarrollan en la combinación entre arte, activismo y pedagogía. De esta forma, el textil funciona como una herramienta para generar comunidad, compartir saberes y construir espacios de contención.

En este sentido, la artista y educadora argentina María Ledesma impulsa desde hace años talleres de bordado colectivo en barrios populares, donde se trabajan temáticas de género, violencia y salud mental. 

Sus proyectos buscan empoderar a mujeres y diversidades desde el hacer manual, entendiendo la costura no como pasatiempo, sino como un lenguaje político y transformador.

El gran crecimiento del arte textil también llegó a las galerías, bienales y ferias internacionales, ya que en los últimos años muchos se dio paso a reivindicar el textil como un lenguaje contemporáneo. Pero

El gran potencial del arte textil contemporáneo también es por su capacidad para generar alianzas entre generaciones. Muchas artistas jóvenes encuentran en las técnicas heredadas de sus abuelas no solo una fuente estética, sino también una herencia  afectiva y con un tinte político que las conecta con una historia colectiva de mujeres que resistieron desde lo invisible. 

El gesto de bordar, por ejemplo, se transforma en una acción intergeneracional que conecta el pasado con el presente y da paso a nuevas formas de imaginar el futuro desde una sensibilidad feminista y situada.

Más allá de su carga simbólica, el textil da paso a una reflexión sobre el tiempo y la materialidad en el arte contemporáneo. Bordar, tejer, coser son acciones lentas, repetitivas, íntimas, que desafían el ritmo acelerado de la producción artística industrial. 

En esta práctica paciente y meticuloso, muchas artistas encuentran una forma de resistencia ante el rendimiento, el consumo y la espectacularidad. El textil, se convierte en un medio  de gran poder para cuestionar los valores del mercado del arte y para reivindicar otras formas de hacer, de mirar y de estar en el mundo.

De esta manera, y luego de largos años, el arte textil contemporáneo latinoamericano deja de ser “oficio menor” para convertirse en una forma radical de narrar otras historias, en un gesto político que cuestiona los modelos de representación dominante y propone nuevas formas de estar en el mundo. En este arte se inscriben cuerpos, territorios y genealogías que el arte oficial intentó borrar. 

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