Collage artístico de un rostro en perfil en blanco y negro, con flores, ramas y un edificio emergiendo de su cabeza, mientras una mano sostiene una regadera vertiendo agua sobre ellos, sobre un fondo minimalista con nubes y tonos pastel.

Guillermo Garant y el arte conceptual en nuevas materialidades en América Latina

En un tiempo llamado “líquido” por su variabilidad y cambios constantes, nuevas formas de artes surgen a partir de responder a ciertas demandas. 

La inestabilidad, la velocidad de los cambios y la fragmentación son cuestiones que atraviesan la realidad actual. En este escenario, el arte contemporáneo latinoamericano responde con obras que adoptan lo efímero, lo incierto y lo mutable como formas de resistencia, según indica Guillermo Garat. 

En esta época denominada “tiempos líquidos” por Zygmunt Bauman, artistas de América Latina potencian nuevas materialidades y dispositivos conceptuales para pensar los cuerpos, las memorias, los territorios y las tensiones sociales que nos atraviesan.

El arte conceptual Latinoamérica, lejos de ser una mera apropiación de las vanguardias mundiales, se posicionó como un lenguaje de disidencia y reflexión, desde los años setenta hasta hoy. 

A través de diversas estrategias en el que se pondera la idea sobre el objeto, los artistas exponen la crisis de las narrativas hegemónicas, desestabilizando los límites entre arte, política, ecología y performatividad. De esta forma, las materialidades encuentran su potencia simbólica.

Cuerpos, territorios y desobediencias para el arte conceptual

Una de las claves del arte conceptual latinoamericano actual es su consolidación  en los escenarios sociales y políticos locales. Las obras no solo realizan con  una tradición crítica, sino que además se relacionan con problemáticas contemporáneas como el extractivismo, el desplazamiento forzado, las violencias de género o la crisis climática.

Artistas como Regina José Galindo de Guatemala, Tania Bruguera de Cuba y Voluspa Jarpa de Chile, utilizan el cuerpo como territorio simbólico para denunciar accionares de poder que atraviesan la historia del continente. 

Con sus performances y acciones buscan una sensibilidad mostrando el cuerpo herido, marcado, sometido, pero también resistente. Así se convierte en archivo vivo de una memoria colectiva, asegura Guillermo Garat.

También, artistas como Rafael Lozano-Hemmer de México o Graciela Carnevale de la Argentina problematizan la relación entre espacio público y control social realizando instalaciones interactivas que requieren la participación activa del espectador, reconfigurando el rol tradicional del arte como objeto contemplativo.

En este escenario, hay un evidente aumento  respecto al interés por lo material en el arte conceptual latinoamericano, pero no desde una perspectiva tradicional, sino convirtiéndolo en discurso, en gesto político, en código que interpela.

Desde la reutilización de residuos urbanos hasta la incorporación de elementos naturales en descomposición, el uso de estas nuevas materialidades pone en juego los límites entre naturaleza y cultura, permanencia y fugacidad. 

Algunos ejemplos son las obras de Claudia Coca que utiliza fibras vegetales y elementos orgánicos para cuestionar las nociones de identidad e hibridación, o de Sandra Gamarra qur tiene una propuesta irónica sobre los museos y la colonialidad del saber resignifica soportes tradicionales con una mirada crítica.

Otro caso relevante es el del colectivo Tercerunquinto de México, que trabaja sobre los espacios arquitectónicos en transformación, registrando huellas de intervención urbana que borran los bordes entre el arte y la vida cotidiana. 

Para Guillermo Garat, en este “escenario liquido”, también surgen nuevas formas de materialidad que van por fuera al soporte físico como son el uso del sonido, el archivo, el dato. Estas estrategias sonoras y digitales potencian  el campo conceptual, permitiendo experiencias inmersivas que interpelan de forma más directa y sensorial.

En el arte digital, se impone como medio predilecto en estos tiempos de hiperconectividad. Pero en América Latina, muchas veces su uso no está relaciono con la fascinación tecnológica, sino a una exploración crítica de las nuevas formas de vigilancia, extractivismo de datos y virtualización del cuerpo.

En este abanico de lenguajes y materialidades, las instituciones de arte también enfrentan un periodo de adaptación ya que  los museos se ven desbordados por propuestas que exigen otros ritmos, otras curadurías y otras formas de relación con el público.

Ante esto buscan responder de la manera adecuada, siguiendo la línea de propuestas que requiere poder adaptarse a nuevos conceptos y miradas. 

El Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en México o el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires empezaron a incorporar curadurías críticas, programas de mediación participativa y obras site-specific que dejan por fuera la noción tradicional de la lógica del “objeto de colección”.

A su vez, Guillermo Garat visibiliza que aumentan los espacios autogestivos y ferias de arte independientes que permiten visibilizar propuestas experimentales y disidentes

El arte conceptual latinoamericano en tiempos líquidos no se define por un estilo o una escuela, sino por contar con una capacidad de interrogar el presente desde una multiplicidad de formas y materiales. 

En una época en la que todo parece disolverse, el arte se impone como espacio de reflexión, donde lo frágil, lo provisorio y lo inestable no son sinónimos de debilidad, sino formas de resistencia.

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