Las innovaciones tecnológicas se unen al arte para brindar nuevas experiencias. Un punteo de cómo se incorporó a la industria.
América Latina se convirtió en el escenario de una transformación artística de gran impacto, en la que respecta a la incorporación de las herramientas digitales, siendo soporte, lenguaje, espacio de encuentro y ritual contemporáneo.
Muchos artistas latinoamericanos encontraron en las nuevas tecnologías un espacio para cuestionar, imaginar y transformar sus realidades. De esta forma, lo digital ya no es solo una herramienta, sino que se convirtió en un acto performático, vínculo comunitario, archivo afectivo y gesto ritual.
Sin embargo, la composición del arte con medios tecnológicos no significa que se está frente a la desaparición de los lenguajes tradicionales, sino que se apuesta a potenciarlos.
Lo pictórico, lo escultórico, lo corporal, incluso lo espiritual, hoy se transmiten con softwares, algoritmos y dispositivos que permiten combinar territorios y temporalidades. En América Latina, donde lo ritual y lo ancestral tienen gran fuerza, esta combinación entre arte y tecnología contiene matices propios.
Circuitos digitales, la nueva herramienta para comunicar a través del arte
Para muchos artistas del continente, poder sumar tecnologías digitales requiere resignificar visiones precolombinas o espirituales en atravesada por las líneas contemporáneas. Es el caso de la artista peruana Claudia Coca, que con la obra Mundos paralelos fusiona mapping, animación y bordado digital para recrear mitologías andinas en espacios virtuales. En su propuesta, la realidad aumentada no reemplaza el ritual ancestral, sino que lo potencia.
En la misma línea, el colectivo mexicano Tlacolulokos trabaja desde el arte urbano digital, la edición de video y el diseño 3D para resignificar símbolos mixtecos y zapotecos, combinándolos con elementos de la cultura urbana contemporánea.
Sus instalaciones inmersivas cuestionan las jerarquías entre saberes indígenas y tecnológicos, y muestran cómo las memorias comunitarias también pueden alojarse en la nube. Con estas obras, dejan en evidencia un movimiento clave del arte latinoamericano digital para producir saberes con el uso de nuevas herramientas en matrices culturales propias.
Asimismo, la posibilidad de interacción que brindan los dispositivos digitales también fue utilizada por artistas latinoamericanos para poder potenciar discursos críticos sobre el presente. La artista argentina Mariela Yeregui, pionera en el arte interactivo en la zona, hace instalaciones que invitan al espectador a tomar un rol activo, intervenir, decidir o modificar la obra.
Su serie Máquinas de la memoria, por ejemplo, utiliza sensores y software para explorar la relación entre cuerpos, dispositivos y recuerdos traumáticos vinculados a las dictaduras del Cono Sur.
La obra de Paula Gaetano Adi va en la misma línea, ya que cruza la robótica con la performance para pensar el cuerpo como interfaz política. En su obra mestiza, un robot de aspecto artesanal recorre el espacio cuestionando estéticas hegemónicas de la inteligencia artificial, que suelen invisibilizar cuerpos latinoamericanos.
En estos casos, lo digital se vuelve tanto un recurso estético como un campo de batalla simbólica, con una manera de desafiar narrativas dominantes, resistir la colonialidad tecnológica y activar preguntas sobre el futuro de los cuerpos y las subjetividades.
Otro aspecto de gran relevancia en relación con el arte digital contemporáneo en América Latina es su desplazamiento con los espacios tradicionales del arte ya que en muchos casos, estas obras no se limitan al cubo blanco del museo o la galería.
Por lo contrario, suelen circulan en plataformas digitales, redes sociales, videojuegos o entornos virtuales. Este aspecto es una decisión de gran relevancia ya que no solo se apunta a la experiencia estética, sino también los vínculos entre artistas, públicos y comunidades.
Es en esta línea, que tuvieron un gran crecimiento las plataformas que tienen este fin de difusión. Soma Rosa, por ejemplo, un espacio virtual de arte queer y transfeminista lanzado por artistas de Brasil y Argentina, que combina exposiciones digitales, encuentros en Zoom, visualizaciones 3D y performances vía Twitch.
Este tipo de experiencias demuestran cómo lo digital puede funcionar como refugio, lugar de sanación, espacio de militancia y también como un nuevo ritual colectivo.
También es de gran importancia la irrupción del arte NFT (token no fungible) ya que varios artistas latinoamericanos usan esta tecnología para generar economías alternativas, visibilizar problemáticas sociales y crear archivos digitales de memoria.
Lejos de ver lo digital como amenaza o como simplemente un soporte, muchos artistas latinoamericanos lo viven como una nueva forma de rito, siendo una práctica sensible que permite conectar tiempos, territorios y afectos.
La relación con la tecnología se convirtió en una herramienta que es crítica y relacionada a os contextos sociales y políticos. Lo digital como ritual en el arte latinoamericano no es solo una combinación de medios, sino una búsqueda para pensar futuros posibles, de iniciar nuevas formas de lo sagrado, de imaginar comunidades.