Las mujeres que son parte de la historia del arte con corrientes disruptivas, muchas veces quedan fuera de los relatos en la historia.
Durante décadas, la difusión de las vanguardias artísticas en América Latina estuvieron marcados por una visión a través de los hombres, dejando en la sombra a muchas mujeres que se impusieron ante los límites del arte tradicional con propuestas radicales, sensibles y atravesadas por la política.
Pero artistas como Mira Schendel, Lygia Clark, Ana Mendieta o Feliza Bursztyn, entre muchas otras, son protagonistas de un cambio en el arte cuando gestaron lenguajes visuales revolucionarios que hoy son imprescindibles para entender el arte experimental del continente.
Aquellas voces, sus aportes y sus prácticas en la historia del arte latinoamericano del siglo XX. comenzaron a ser visibles, porque hablar de vanguardia en América Latina sin hablar de mujeres es contar un camino incompleto.
Corrientes en el arte de la mano de mujeres
Hablar de la mujer en el arte es reflejo de un camino histórico del que fueron y son protagonistas, pero desde un costado según los relatos que se decidieron contar. Sin embargo, con el paso del tiempo ellas fueron reivindicadas por su gran labor.
En esta línea, es justo contar sobre las mujeres que marcaron un antes y después en el mundo artístico. Una de las figuras más emblemáticas del arte experimental con perspectiva de género y colonialidad es la cubana Ana Mendieta.
Exiliada tras la Revolución, la artista desarrolló una poética relacionada con el cuerpo femenino y su relación con la naturaleza, lo que denominó earth-body art. Sus Siluetas, realizadas entre 1973 y 1980, muestran su figura dibujada con fuego, barro, hojas o sangre en paisajes rurales, como reflejo de reabsorción en la tierra, y al mismo tiempo, una denuncia contra la violencia de género y el desarraigo.
Se deja en claro que con su obra se anticipó debates sobre el feminismo decolonial, la ecología política y la espiritualidad ancestral, temas hoy muy vigentes en la práctica artística contemporánea.
En Brasil, Lygia Clark fue una de las artistas marcó un antes y un después ante la forma de concebir el rol del espectador. Integrante del movimiento neoconcreto, transitó desde la pintura geométrica hacia objetos manipulables como sus Bichos que incluían la participación activa del público para desarrollarse.
Su arte se alejó de la contemplación y se convirtió en experiencia, en práctica terapéutica. Además, trabajó con dispositivos sensoriales, como bolsas con olores, tejidos, piedras y tubos de respiración, en sus obras Nostalgia del cuerpo y La casa es el cuerpo.
Se involucró en una corriente del arte del tacto, de la respiración, del vínculo entre percepción y memoria y abrió el camino para la performance sensorial, el arte relacional y terapéutico, en un momento de la historia que no se trabajaba de esta forma.
En este sentido, se diferenció de otra gran referente como Mira Schendel, que fue menos performatica. La artista nacida en Suiza se desarrolló artísticamente en Brasil con un trabajo enfocado en abstracción, la poesía visual y la exploración filosófica del lenguaje.
En sus Monotipias, Schendel dibujaba palabras en papel de arroz casi transparente, suspendidas en el vacío, flotando como ideas en tránsito, siendo un arte conceptual sensible.
Schendel fue una pionera en pensar el lenguaje no como herramienta de comunicación sino como experiencia estética, involucrándolo en el arte, siendo una precursora del arte conceptual en América Latina.
En Colombia, Feliza Bursztyn desafió el canon escultórico con humor, descaro y metal en la década del 60 donde presentó sus Chatarras siendo esculturas cinéticas hechas con piezas de desecho industrial, que se movían y hacían ruido.
Luego, incorporó elementos teatrales y luces con obras performáticas que combinaban erotismo, feminismo y crítica social. Bursztyn no solo fue una pionera del arte cinético en su país, sino también una figura incómoda para el sistema siendo que su taller fue clausurado por la policía y se exilió en México, donde murió en el exilio.
Su obra es reivindicada como una de las más imponentes de la región respecto a la experimentación formal y transgresión política.
Estas mujeres no solo abrieron caminos individuales sino que crearon lenguajes nuevos, muchas veces desde un lugar desde un afuera, desde la disidencia, desde el riesgo. Sus obras fueron y son impulsos para muchos que con una necesidad de romper con estructuras opresivas.
El arte experimental en América Latina no puede entenderse sin estos aportes en clave femenina. Si bien durante décadas fueron dejadas fuera de los grandes relatos, en los últimos años sus obras son objeto de relecturas, exposiciones y publicaciones que restituyen su lugar.
En la actualidad, muchas artistas contemporáneas están profundamente ligadas a estas narrativas. El uso del cuerpo como herramienta política, la performance como práctica de denuncia, la fusión entre arte y vida cotidiana, el cruce con la espiritualidad y el activismo ambiental, todos temas que fueron iniciados por las pioneras del arte experimental en clave femenina.
En un presente donde el feminismo, la memoria y la descolonización son ejes del pensamiento artístico, volver la mirada hacia estas artistas es una necesidad como una tarea crítica y analítica para reescribir la historia del arte desde una perspectiva más justa.