El boom de las gafas de sol con color

Las gafas de sol con lentes de colores llamativos cada vez se ven más en todos lados: en redes, en la calle, en locales de ropa, en series, en festivales. A veces ni siquiera tienen filtro UV, son gafas con vidrios coloridos, sin ninguna tecnología. Pero como el efecto visual es fuerte, se venden igual. Son parte de un estilo, y ese estilo es lo que manda. Algunas marcas incluso hacen modelos sin protección solar y lo avisan en el paquete, pero eso no cambia nada: se siguen vendiendo por la imagen que generan.

Mejor imagen pero, no sirven

Hay algo que se repite con estos modelos: la mayoría no cumple bien su función. Muchos tienen lentes demasiado claros para proteger en serio. Otros filtran mal la luz. Algunos incluso distorsionan los colores y generan fatiga visual. Pero eso no parece importar tanto al momento de la compra.

El uso cambió. Antes, unas gafas de sol se compraban para durar años y resistir cualquier situación. Hoy, muchas se compran para un día, una salida o una temporada. Se las elige como si fueran una remera o un par de zapatillas. Si quedan bien, ya está. Después, si no funcionan, se guardan o se cambian. En ese movimiento, lo técnico queda en segundo plano.

Las redes sociales empujaron la tendencia

Como en muchos otros casos, las redes tuvieron un papel clave. Las gafas con color quedan bien en cámara. Hacen que una selfie cambie por completo. Y permiten sumar algo distinto sin mucho esfuerzo. Eso generó una especie de efecto contagio. Una persona se pone unas gafas azules o naranjas, sube una historia, alguien más ve eso y quiere probar lo mismo.

La repetición hace el resto. Cuando un objeto aparece muchas veces en pocos días, la sensación es que “se viene”. No importa si es nuevo o si ya existe hace años. Se instala porque está en circulación. Y con estas gafas pasó eso: no son nuevas, pero sí fueron tomando fuerza de a poco, hasta quedar completamente incorporadas.

Colores que no combinan con nada, pero funcionan igual

Una de las claves de estos modelos es que no buscan armonía. No están pensados para combinar con la ropa o pasar desapercibidos. Al contrario, funcionan mejor cuando cortan con el resto del look. Una gafa con lente verde lima, rosa o celeste chillón se nota enseguida. Ese efecto choca un poco, pero también genera una especie de identidad visual.

A veces, el color no tiene ninguna lógica. No sigue la estación, ni el tono de piel, ni el estilo del outfit. Pero si llama la atención, ya cumple. Por eso, en muchos casos, la elección es al azar, se compra lo que hay. Total, la lógica no es coherente.

Cuánto influyen las marcas en este tipo de moda

En este caso, el empuje de las marcas no es tan directo como en otras tendencias. Muchas veces, los modelos con lentes de colores nacen desde abajo: marcas pequeñas, emprendimientos, diseños accesibles. Recién después, cuando se vuelven masivos, las marcas grandes los toman y los resignifican.

Algunas firmas de lujo los incorporan, pero con otra vuelta: usan materiales raros, le suman detalles técnicos, hacen ediciones limitadas. Pero la lógica general es la misma: no importa si se protege bien o no, lo que se vende es el color.

La estética como decisión práctica

Aunque parezca superficial, para muchas personas elegir unas gafas con lentes de color es una forma de simplificar. No hace falta pensar demasiado. Se elige por impulso, por efecto visual, por lo que genera en una imagen. Eso también habla de una forma de consumir que ya se instaló: lo inmediato, lo estético, lo que da resultado rápido.

No hay tiempo para pensar en índice de refracción, en polarizado o en estándares de protección. Se busca algo que funcione en una foto, en una salida o en una situación puntual. Y ahí, estas gafas encajan perfecto. No son para mirar el sol, sino para que el resto te mire a vos.

Se empieza a usar en interiores

Otro punto que empujó a las gafas de sol con lentes de color es que muchas personas empezaron a usarlas en interiores. No como un descuido, sino como parte de la puesta en escena. Se volvieron parte del look, más allá del contexto. Esa lógica refuerza la idea de que ya no se trata de protección, sino de imagen.

Hay algo medio contradictorio ahí: mientras más inútiles resultan como filtro, más se eligen como adorno. La transparencia de los lentes juega a favor. Permite que se vea el gesto, el maquillaje o los ojos. No oculta tanto como los modelos oscuros. Eso las hace más sociales, más expresivas. Funcionan como parte del lenguaje corporal.

Y aunque eso pueda parecer un capricho de moda, también habla de cómo cambiaron los códigos de uso. Antes, ponerse gafas de sol bajo techo era algo extraño. Ahora, según el contexto, puede ser lo más normal del mundo. Todo depende del conjunto y de cómo se sostiene. Si el resto del look acompaña, nadie lo cuestiona.

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