
Durante mucho tiempo, las gafas de sol con marco blanco fueron sinónimo de disfraz. Parecían hechas para una fiesta de los ‘80 o para un video retro, pero difícilmente alguien las usaba en serio. Eran grandes, llamativas, incómodas. Todo lo que se suponía que una persona con algo de estilo iba a evitar. Sin embargo, en algún momento dejaron de ser una broma. Y sin cambiar demasiado, pasaron a ocupar un lugar importante en el mundo de la moda y las redes.
Ese cambio no fue casual. Aparecieron primero en artistas que juegan con lo kitsch. Después se sumaron diseñadores independientes que las incluyeron en sus campañas. El gesto se volvió reconocible: quien se ponía gafas de sol con marco blanco sabía que generaba algo extraño. Y usaba esa incomodidad como parte del look. En vez de disimular, exageraba. Así fue como se colaron en contextos donde antes no tenían lugar.
El guiño a lo ridículo como estrategia
Hay algo en ese diseño que obliga a tomar partido. No se puede mirar con indiferencia. El contraste entre el marco blanco y los lentes oscuros genera un corte visual fuerte, que llama la atención aunque uno no quiera. No es elegante, ni sutil. Pero justamente por eso, tiene potencia. Es una forma de decir: “sé que esto es mucho, y aun así lo uso”.
El gesto no es nuevo. Ya había pasado con otros accesorios que cruzan el límite entre lo serio y lo grotesco. Pero con las gafas de sol con marco blanco pasó algo más: dejaron de estar atadas a un contexto. Se usan con looks armados, con ropa deportiva, con conjuntos de calle o incluso con ropa de oficina. Lo raro es que funcionan en todos esos lugares, aunque técnicamente no combinen con nada.
Además, el blanco tiene un efecto particular. A diferencia de otros colores llamativos, no remite a algo infantil ni a algo provocador. Especialmente cuando se combina con prendas monocromáticas o con detalles plateados. Esa posibilidad también ayudó a que se volvieran un recurso válido.
Del meme al outfit real
El camino que hicieron estas gafas de sol es parecido al de otras prendas que empezaron como chiste. Un poco como pasó con los crocs o con ciertos bolsos técnicos. Primero generaron rechazo, después pasaron por el filtro del meme, y finalmente se instalaron como parte del paisaje.
En parte, eso se debe a su circulación en redes. Muchas fotos virales las tienen. Se usan como recurso para romper con un outfit demasiado serio o demasiado cuidado. También se prestan para referencias culturales: desde personajes de películas hasta cantantes con estéticas muy marcadas. Todo eso ayuda a que no se perciban como una novedad forzada, sino como parte de un imaginario compartido.
También hay algo generacional. Para muchas personas que crecieron viendo estas gafas de sol en contextos absurdos, adoptarlas ahora tiene un peso simbólico. Es como reapropiarse de algo que antes daba vergüenza. Una forma de decir que ya no hay que seguir ciertas reglas. Que si algo antes era feo, ahora puede ser interesante.
Tienen algo retro, pero no melancólico
Una de las claves de su éxito es que remiten a lo retro, pero no lo hacen con nostalgia. No buscan recuperar una época ni copiar un estilo viejo. Más bien toman elementos de esas estéticas exageradas y los mezclan con códigos actuales. Esa mezcla funciona porque no intenta ser fiel. No quiere parecer un revival, se ríe de lo viejo mientras lo usa.
Las gafas de sol con marco blanco no tienen ese problema, no necesitan justificarse, no hacen falta argumentos. Simplemente aparecen, y si el resto del look acompaña, funcionan. Así de simple. Además, como no son caras, eso ayuda a que más personas se animen a probarlas. Total, si no quedan bien, no pasa nada.
Hoy no llaman tanto la atención, y eso es raro
Curiosamente, lo que antes generaba sorpresa hoy ya es parte del paisaje. Ver a alguien con gafas de sol con marco blanco no produce el efecto excéntrico de antes, ahora puede formar parte de un outfit elegante, sin romper nada.
Eso no quiere decir que se hayan vuelto neutras. Siguen teniendo algo provocador, pero ya no necesitan explicar su presencia. Eso también las vuelve interesantes: sin cambiar demasiado, se instalaron.
No hay una marca que las impulse. No hay una celebridad que las lleve todo el tiempo, pero siguen apareciendo. Y mientras sigan funcionando como gesto, como detalle inesperado, van a seguir en movimiento.
Tienen un vínculo con lo teatral
Otra razón por la que estas gafas de sol se sostienen tiene que ver con lo teatral. No en un sentido escénico literal, sino como gesto exagerado. Son una forma rápida de construir un personaje. Basta con ponerse un par para que el outfit adquiera un tono irónico, audaz o excéntrico, incluso si el resto de la ropa es básica. Esa capacidad de transformar la lectura de un look con tan poco las vuelve una herramienta potente, sobre todo en contextos urbanos donde todo pasa rápido y no hay tiempo para explicaciones.
No son gafas que se eligen al azar. En general, quien las usa sabe que está haciendo algo con su imagen. Incluso si el resultado no está del todo pensado, hay una intención detrás. Es una decisión que marca posición. Que deja en claro que el estilo también puede jugar con lo incómodo, con lo innecesario, con lo que parece fuera de lugar. Y cuando algo así se repite lo suficiente, deja de ser raro. Pasa a ser parte de lo aceptado, aunque siga pareciendo extremo.